EL
MAESTRE
La noticia de la
destrucción de Harrenhal había recorrido todo Poniente. Todo el Reino de la Roca estaba conmocionado al conocerse la noticia de que Harren el Negro había muerto pasto de las llamas dentro de su inmensa fortaleza. Una megalómana construcción que había tardado 40 años en erigirse, había sucumbido en un solo día. Y aquello no era lo único. El Reino de la Montaña y el Valle se había rendido, pese a que su flota había logrado destruir casi por completo la armada Targaryen, y era cuestión de tiempo que el Reino de la Tormenta cayera también. Aegon el Dragón ya casi controlaba el este de Poniente y no tardarìa en fijar su mirada en el oeste. Especialmente, en el Reino de la Roca y sus ricas minas de oro, algo que tenía a su rey muy preocupado.
En esos momentos salía
de la sala del trono, cruzando los jardines en dirección hacia el cuervario,
portando en sus temblorosas manos el rollo de cuervo que su rey le había
ordenado enviar ese mismo día lo antes posible. Llevaba más de cincuenta años al servicio de la Casa
Lannister y jamás había visto a un rey de la Roca tan preocupado.