CAPÍTULO 16





VISENYA


El maestre cubrió la cabeza de Daemon con las sábanas. Todos los presentes estaban cabizbajos menos ella, que observaba la escena con ojos llameantes.
- ¿Qué hacemos con el cuerpo, mi reina? –preguntó el maestre.
- Conservarlo –respondió con decisión –. Lo llevaremos de vuelta a Aguanegras y le daremos la despedida que se les da a los hijos de Valyria.
Nada más decir esto, dio media vuelta y salió a toda prisa del camarote, regresando a la cubierta. Allí se encontraba el segundo al mando, que era quién ahora comandaba la flota. Este se encontraba en la proa observando la costa.


Puerto Gaviota parecía una ciudad fantasma; no se veía ni un alma en las murallas. Pero todos sabían que el enemigo se encontraba allí; agazapado y preparado para repeler cualquier ataque.
Quién no se encontraba allí era Sharra Arryn. Sus informadores le dijeron que la reina regente había dejado la defensa de la ciudad en manos de un subordinado y se había trasladado a la Puerta de Sangre, donde estaba reuniendo a sus tropas.
Por lo que pudo saber, la situación de los Arryn era bastante delicada. La noticia de la destrucción de su flota había llegado hasta las Tres Hermanas, donde provenían la mayoría de los barcos, y a la gente de esas islas no les hizo mucha gracia esa pérdida; así que se sublevaron contra la corona e, incluso, nombrado a su propia reina. Una sublevación que amenazaba con extenderse por todo el reino.
Esto había llevado a Sharra a tomar una posición mucho más defensiva en torno a Nido de Águilas, fortaleciendo todo lo posible la Puerta de Sangre y los castillos de alrededor atrayendo el mayor número de tropas posibles de todo el reino. Incluso no era descabellado pensar que hubiera hecho retirar efectivos de Puerto Gaviota, dejando solo una guarnición.
Lo había hecho, sin ninguna duda, porque sabía que ellos no estaban en condiciones de atacar de nuevo. Durante la batalla, perdieron demasiados barcos y no se encontraban en condiciones de entrar en combate. Además, Braavos estaba apoyando al Reino del Valle y, si su flota había cruzado el Mar Angosto y les sorprendía allí, se arriesgaban a perder lo que quedaba de la flota Targaryen.
Más de una vez, le habían pedido que regresaran al Fuerte Aegon para construir más barcos y reunir más hombres con los que volver y reanudar la conquista. Algo a lo que ella se negaba rotundamente. Los Arryn se encontraban en una situación delicada y debía aprovechar esa situación. Si Sharra Arryn veía a sus barcos en retirada, recuperaría el control sobre todo el reino y prepararía una defensa aún más fuerte; incluso podría forjar alianzas con otros reinos que les pondrían las cosas más difíciles.
Aunque, lo que más le preocupaba era regresar ante su hermano con una derrota. Él había confiado en ella para esa campaña y, ahora, estaba a punto se fallarle. Por no hablar de que corría el riesgo de que Rhaenys saliera victoriosa en Bastión de Tormentas y quedar por encima de ella también como reina guerrera. Eso era algo que no se podía permitir.

Una vez más, el segundo volvió a suplicarle que regresaran a Aguasnegras. Ella no le contestó y se limitó a mirar hacia la costa. En su mente, comenzó a vislumbrar a Sharra Arryn reuniendo a sus huestes en la Puerta de Sangre y soltando discursos para levantarles la moral. Odiaba a esa zorra, pero también la admiraba. Ella era quién gobernada todo ese reino; una mujer, como ella. En esos momentos acaudillaba a las tropas y preparaba la defensa del reino mientras su hijo, ese niñato que tenían como rey, se debía encontrar en Nido de Águilas jugando, como si nada estuviera pasando
Fue entonces cuando su mente se iluminó.
El segundo se sorprendió cuando ella se volvió hacia él con una maliciosa sonrisa.
- Me voy –le dijo –. Esperadme aquí. Si al amanecer del día de mañana no he vuelto, tenéis mi permiso para regresar a Aguasnegras.
El segundo no entendía nada. Quiso preguntarle que estaba pasando, pero ella le ignoró y llamó a Vhagar. En cuanto el dragón apareció, saltó sobre su lomo y se alejó volando tierra adentro.
Tras sobrevolar Puerto Gaviota, se dirigió hacia la Puerta de Sangre donde, tal y como suponía, la reina había reunido un gran ejército. No obstante, no lanzó ningún ataque contra ellos y se limitó a sobrevolar el lugar rumbo a Nido de Águilas.
Echó la vista atrás y pudo ver como una columna de, por lo menos, veinte hombres a caballo salía detrás de ella. Estaba a demasiada altura para poder distinguirlos, pero enseguida supo que quién comandaba esa columna era Sharra.

Tal y como preveía, no había tropas protegiendo la ciudad; aunque, un lugar como aquel, una fortaleza situada sobre una montaña muy alta a la que solo se podía acceder por un puente, no las necesitaba.
Aún así, estaban los miembros de la guardia real dispuestos a dar su vida para proteger a su rey. Varios de ellos salieron a su encuentro en cuanto aterrizó en el patio de armas y el fuego de Vhagar dio buena cuenta de ellos.


Saltó del dragón, desenfundó a Hermana Oscura y se encaminó hacia el interior del castillo. Antes de que pudiera penetrar en él, cuatro miembros de la guardia salieron a su encuentro. Lucharon con valentía, pero ella logró acabar con tres de ellos y dejar malherido al cuarto, que terminó en el empedrado suelo retorciéndose de dolor.
Intentó coger la espada, pero ella le pisó la muñeca y se dispuso a decapitarlo.
- ¡Espera!
Giró bruscamente su rostro y sonrió maliciosamente al ver a aquel niño con una pequeña corona en su cabeza corriendo hacia ella.
- Es amigo mío –dijo el niño deteniéndose a pocos metros de ella.
Enfundó a Hermana Oscura y se colocó frente al joven Ronnel, inclinándose hasta dejar su rostro a la altura del muchacho.
- Tranquilo, joven rey –dijo con voz de falsa amistad –. Solo venía a parlamentar con vos y ellos me atacaron.
El joven tragó saliva. No pudo evitar sentirse intimidado por aquella mujer tan alta, de largos cabellos rubio platino y ojos color violeta, que vestía una ensangrentada armadura con un dragón de tres cabezas grabado en el pecho.
- Es mi madre la que se encarga de parlamentar… –dijo con voz temblorosa.
- ¿No sois vos el rey…?
- Mi madre es la reina regente. Ella gobierna el reino hasta que yo sea mayor…
- Está bien –se irguió y puso los brazos en jarras –. Entonces, la esperaremos. En estos momentos se dirige hacia aquí. Lo sé porque la vi desde el cielo.
El niño arqueó las cejas y se volvió hacia Vhagar, que en esos momentos devoraba los quemados cuerpos de los guardias muertos.
- ¿Has venido volando en eso…? –preguntó el joven rey asombrado.
Ella asintió.
- Se llama Vhagar y es un dragón. El dragón es el emblema de mi familia.
- Nuestro emblema es un halcón –respondió el niño sin dejar de mirar boquiabierto al dragón.
Lo sé –se inclinó de nuevo sobre el joven para susurrarle al oído –. Pero, los halcones no se pueden montar; los dragones si…

Sharra Arryn llegó al lugar junto con la hueste de hombres valerosos que habían decidido acompañarla. Quedó horrorizada al ver los restos carbonizados de su guardia y aquella enorme bestia que la recibió con un gran rugido.
Los soldados se pusieron alrededor de su reina apuntando a la bestia con sus lanzas. Era un acto inútil, ya que, con una sola llamarada, el dragón los reduciría a cenizas en menos de un minuto.
Precisamente, eso era lo que iba a ocurrir. El dragón se irguió y se dispuso a arrojar su fuego contra ellos. Sin embargo, del interior del castillo surgió una voz de mujer que gritó algo en una lengua incomprensible para ellos. El dragón pareció entenderlo y cesó en su ataque; aunque se mantuvo alerta en todo momento.
Sharra indicó a sus hombres que permanecieran allí, desmontó de su caballo y, lentamente, se encaminó hacia el interior del castillo.

Visenya se encontraba sentada en el trono con Ronnel en su regazo, contándole historias de dragones que asombraban cada vez más al niño.
Cuando Sharra entró, le dedicó una sonrisa diabólica.
- Hola, Sharra –le dijo –. Te estábamos esperando…
Por su parte, el niño la miró entusiasmando.
- ¿Has visto el dragón, madre? –la mujer asintió –. Dice que me llevará a dar un paseo con él. Imagínate, madre, podré volar, como los halcones. ¿Verdad?
- Por supuesto. Pero antes, tu madre y yo tenemos que resolver un asunto…
Sharra supo en esos momentos que había sido derrotada. Trató de mantenerse firme, pero no pudo evitar soltar unas lágrimas que hicieron que Visenya disfrutara más aquel momento. Resignada, desenfundó su espada y se la ofreció clavando una rodilla en el suelo.
Después, hizo traer la corona que los reyes Arryn habían llevado durante mil años, la cual Ronnel habría recibido cuando fuese mayor de edad. Luego se quitó su diadema de regente y la dejó junto a la corona; lo mismo hizo también con la pequeña corona de su hijo, quién observaba aquella acción sin comprender lo que pasaba; el pequeño infeliz no era consciente en esos momentos de que dejaba de ser rey.
- El Reino de la Montaña y el Valle jura total fidelidad a la Casa Targaryen y acepta a Aegon, primero de su nombre, como único rey –dijo mientras le ofrecía las tres coronas a Visenya.
Visenya aceptó las coronas y, cumpliendo la promesa de Aegon con los reyes y señores que doblaran la rodilla, decretó que la Casa Arryn seguiría siendo gobernante y protectora del Valle.


Poco después, se encontraba en el aire sobre Vhagar llevando a Ronnel con él para cumplir su otra promesa. El joven no paraba de reír y vitorear mientras el dragón sobrevolaba varias veces Nido de Águilas y perseguía a los halcones que la sobrevolaban. El niño disfrutaba mucho, totalmente inconsciente de lo caro que le había salido ese viaje.
Todo lo contrario que Sharra, quién los observaba desde un balcón con lágrimas en los ojos y una forzada sonrisa.


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