CAPÍTULO 12




RHAENYS


Soltó un enorme grito de placer tras llegar al éxtasis; aunque, a penas se oyó, ya que la música y las risas que venían de fuera de la tienda lo ahogaron. Exhausta, dejó caer su desnudo y sudoroso cuerpo sobre el también desnudo cuerpo de Aegon, reposando el rostro sobre su duro y velludo pecho con una amplia sonrisa.
- Se nota que me has echado de menos… –dijo.
- Ha sido una tortura verte todo el día y a penas poder estar juntos –dijo él mientras acariciaba sus largos cabellos rubio platino; los cuales, en esos momentos, estaban muy alborotados.
No ocurría lo mismo unas horas antes, cuando ella llevaba sus cabellos muy bien peinados al tener que estar lo más elegante posible para ese día tan señalado: el día de la coronación de Aegon.

Visenya y ella esperaban junto a una silla que habían colocado para que sirviera de trono improvisado. Se sentía un poco incómoda; no debía de haberse puesto aquel vestido tan provocador, ya que no paraba de sentir las miradas furtivas de muchos de los hombres allí presentes; incluso de algunas mujeres. Pero había que vestirse lo más elegante posible para ese día tan importante y esas eran las mejores ropas que había traído.
Visenya, que también llevaba un vestido rojo y negro, no iba tan elegante ni tan provocadora como ella; pero iba vestida con ropas femeninas, lo cual era más que suficiente para recibir tantas miradas furtivas como ella. En sus manos sostenía la corona, que consistía en un aro de acero valyrio adornado con rubíes.
Ese día, Aegon sería coronado rey de Poniente; aunque, de momento, sus dominios solo comprendían aquellas tierras disputadas que, hasta ahora, no habían pertenecido a ningún reino y que, a partir de ese momento, se convertirían en las Tierras de la Corona. Aegon había decidido que en ese mismo lugar, donde había desembarcado con su ejército y había dado comienzo la invasión, se erigiría la capital de su reino.
Habían pasado solo unos días desde que Aegon derrotó a las tropas de Valle Oscuro y Poza de la Doncella, dando muerte a sus respectivos señores. Después, todo fue coser y cantar. El hijo de Lord Darklyn defendió la ciudad, pero nada pudo hacer contra el fuego de Balerion y, cuando Orys llegó con las tropas, no le quedó más remedio que rendirse.
Después, marchó sobre Poza de la Doncella, donde Jon Mooton, el hermano de Lord Mooton, había tomado el control. Aegon pensó que volvería a entrar en batalla pero, nada más llegar, se encontró con enormes banderas blancas sobre las torres del castillo y al propio Jon Mooton, que había salido a recibirle con una bandera de parlamento para rendir la ciudad sin derramar más sangre. Después, se sabría qué Mooton nunca estuvo de acuerdo con su hermano en la alianza con Valle Oscuro y que siempre había sido un gran admirador de Aegon y los Targaryen.
Tras la conquista de Valle Oscuro y Poza de la Doncella y las rendiciones de Rosby y Stokeworth, llevadas a cabo por ella y Visenya, el resto de castillos de la zona se rindieron al instante. Todos esos señores recientemente convertidos en vasallos suyos, incluidos Jon Mooton y el joven Lord Darklyn, se encontraban allí en esos momentos formando parte de la multitud que había acudido para ver como Aegon se convertía en su rey.
Aegon hizo su aparición, caminando lentamente por un corredor que dividía a la multitud en dos bloques y que le llevaba directamente hasta donde estaban ellas. Llevaba puesta una capa negra y roja y había sustituido su habitual armadura de escamas de dragón por otra de reluciente acero adornada con un gran dragón tricéfalo en el pecho.
Caminó hasta colocarse frente a ellas. Desenvainó a Fuegoscuro y se agachó, hincando una rodilla en el suelo. Visenya, entonces, alzó la corona bien en alto mientras ella comenzó a hablar en voz alta a todos los presentes.


- Rendid pleitesía a Aegon, el primero de su nombre. Rey de todo Poniente y protector del Pueblo.
Tras decir esto, Visenya colocó la corona sobre la cabeza de su hermano. Este se puso en píe con la corona en la cabeza y se volvió hacia los presentes levantando en alto a Fuegoscuro. Todos los que estaban allí se arrodillaron con excepción de ella y de Visenya, quienes ahora eran las reinas de Poniente.

Las risas, gritos y cánticos que venían desde fuera de la tienda fueron aumentando. La fiesta que había sucedido a la coronación estaba empezando a subir cada vez más de tono. Aunque, a ellos esto les importaba poco.
- Se están divirtiendo como si no fuera a haber un mañana –bromeó ella, aún con el rostro pegado al pecho de su hermano, el cual empezó a acariciar con la yema de los dedos –. Ni que la guerra hubiera terminado ya.
- Que se diviertan todo lo que quieran. Espero que disfruten mucho esta noche porque, a partir de mañana, tendrán menos oportunidades.
Ella se estremeció un poco. No quería mostrarlo, pero le horrorizaba lo que estaba por llegar y quería pensar en ello lo menos posible. También quería que su hermano tampoco pensara mucho en ello en esos momentos; esa noche era solo para los dos.
Despegó el rostro del pecho de Aegon y se colocó sobre él, mirándole fijamente con sus penetrantes ojos violetas acompañados de una maliciosa sonrisa.
- Puede que ahí fuera se estén divirtiendo –dijo de forma coqueta –, pero la verdadera fiesta está aquí dentro…
Y, tras decir esto, le besó apasionadamente en los labios. Luego, se irguió y se sentó sobre él. Desde la cama, Aegon la observó. Su bello rostro; sus plateados y alborotados cabellos cayéndole sobre los hombros; su esbelto y escultural cuerpo; su blanca piel; sus pechos, no tan grandes como los de Visenya, pero firmes y bonitos. Era todo un regalo para la vista.
- Que bella eres…
La respuesta de ella fue inclinarse para volver a besarle. Luego empezó a recorrer su cuello con los labios hasta llegar al torso, el cual besó unas cuantas veces hasta que volvió a erguirse y empezó a cabalgarle.

Era ya muy de día cuando fueron despertados por un miembro de la guardia. Este les comunicó la llegada de dos cuervos; uno proveniente del norte y otro del sur. Según les dijo, traían respuestas a las cartas que Aegon envió antes de partir hacia Poniente. Esto sorprendió a ambos, ya que no esperaban que aquellas cartas tuvieran respuesta alguna, puesto que Aegon las envió solo por formalidad.
Una hora después, Aegon había hecho reunir a su consejo en esa misma tienda; todos tenían resaca, con excepción de ella y Aegon.
Tras su coronación, Aegon nombró un nuevo consejo; un consejo más pequeño y más privado. Desde siempre había sido muy desconfiado; tan solo confiaba enteramente en ella, en Visenya y en Orys. Pero, tras el inicio de la guerra, toda precaución era poca para él y temía que algún espía de cualquiera de los Siete Reinos pudiera echar a perder sus estrategias. Así que, juntó un consejo formado por pocos hombres cuyas reuniones serían en privado sin que tan siquiera se dejara a los criados entrar para servirles agua o algún refrigerio.
Ese consejo estaría formado por Orys, que sería su mano derecha en el gobierno; para lo que Aegon había creado un nuevo cargo, el de Mano del Rey. Daemon sería su Consejero de Barcos, Lord Celtigar sería su Consejero de la Moneda y Lord Massey su Consejero de Leyes. Aegon solo los necesitaba a ellos, además de a ella y a Visenya, para planificar sus campañas.
Ante ellos, leyó las dos cartas que habían llegado. Una era de Meria Martell, princesa de Dorne, quién le proponía una alianza entre Dorne y Rocadragón, siempre que Dorne permaneciera independiente.
La otra era de Ronnel Arryn, el joven rey del Reino de la Montaña y el Valle; aunque, todos sabían que quién de verdad la escribía era su madre y regente, Sharra Arryn. Esta aceptaba rendirse con la condición de que Aegon se casara con ella y que Ronnel se convirtiera en su heredero. Incluso, acompañó la carta con un grabado de ella, dejando claro a los presentes que los rumores que afirmaban que era una de las mujeres más bellas de Poniente eran ciertos.


Pero, esto no fue suficiente para Aegon. Si ya rechazó a la hija del Rey de la Tormenta, quién también era toda una belleza, lo mismo hizo con Sharra. Así que rompió la carta delante de todos y lo mismo hizo con la de Meria Martell.
Luego, los reunió a todos alrededor de la mesa con el mapa de Poniente. Todos estaban ansiosos por saber cual de los Siete Reinos atacarían primero.
Sin embargo, ninguno se esperaba el arriesgado plan que Aegon tenía preparado.





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