CAPÍTULO 14




AEGON


Caminaba lentamente entre los despojos. Seguía teniendo desenfundada a Fuegoscuro, a pesar de que la batalla hacía tiempo que había terminado. La hoja de acero valyrio estaba completamente cubierta de sangre, al igual que gran parte de su armadura y de su rostro.
Se detuvo y miró en derredor.Cadáveres, sangre, vísceras y cabezas y otros miembros cercenados se extendían hasta donde alcanzaba la vista entre estandartes, lanzas y escudos rotos. Algunos caballos que ese día se habían quedado sin dueño caminaban sin rumbo fijo entre los restos, mientras los primeros ya habían empezada a llegar para el gran festín.

Eran tantos los despojos que apenas se podía ver el suelo. Tan solo se apreciaban los juncos, que abundaban en esa zona de la costa sur del Ojo de Dioses, los cuales sobresalían entre ellos. Así es como sería conocida aquella batalla en el futuro: la Batalla de los Juncos.


Su primer enfrentamiento contra el temido Harren el Negro se había saldado con una gran victoria.
Todo el mundo daba por hecho que el primero al que atacaría sería a Argilac el Arrogante, para hacerle pagar así a su antiguo aliado los actos que habían desencadenado aquella guerra. Sin embargo, sus planes eran otros; y su venganza contra el Rey de la Tormenta mucho más humillante.
Argilac estaría esperando que el mismo Aegon Targaryen fuera en persona a enfrentarse contra él en Bastión de Tormentas. Pero no iba a darle esa satisfacción. Esa tarea recaería en Orys. Fue a él a quién insultó llamándole bastardo y considerándole impropio de casarse con su hija. Así que esa venganza le correspondía al que siempre ha sido su mejor amigo.
Su objetivo, en cambio, era mucho más ambicioso. 
Harren el Negro, rey de los hombres del hierro, era el principal enemigo de Argilac y una gran amenaza para todo Poniente en aquellos momentos. Su abuelo, Harwyn Manodura, había invadido las Tierras de los Ríos, la cuales habían estado hasta entonces en manos del Reino de la Tormenta. Pero la ambición de Harren era mucho mayor. Ambicionaba hacerse con todo Poniente y, para ello, había construido la mayor fortaleza que el mundo había conocido, Harrenhal, cuya construcción estaba ya terminada. 
Allí era donde él se dirigía con la mitad de su ejército, comandado por Lord Crispian, tras enviar a Rhaenys y a Orys junto con la mitad de su ejército hacia Bastión de Tormentas y a Visenya y a Daemon junto con la flota hacia Puerto Gaviota.
Sin embargo, Harren no quiso esperarle y envió a sus tropas a recibirle en la orilla sur del lago. Era un ejército muy grande y los hijos del hierro tenían fama de ser fieros guerreros y hombres valerosos y temerarios que no temen a la muerte. Sin embargo, eran hombres de mar y en tierra firme no eran un gran adversario sin una flota o una gran base apoyándoles.
Harren había enviado varios barcoluengos a través del lago para respaldar a sus fuerzas, pero Balerion dio buena cuenta de ellos. Los hijos del hierro se encontraron entonces atrapados entre sus soldados y un lago lleno de barcos en llamas. Demostraron tener gran valor y no se rindieron en ningún momento; pero eso no evitó su derrota.
Después de aquello, pensó que Harren tomaría una posición más defensiva y le esperaría en Harrenhal con lo que le quedara de su ejército. Así qué, permitió que sus soldados descansaran esa noche y, al día siguiente, marcharían sobre la inmensa fortaleza. Lo mejor era marchar por tierra bordeando el Ojo de Dioses por el este mientras él vigilaba desde el aire a lomos de Balerion por si se producía algún ataque. Sabía que Harren aún tenía barcoluengos en Harrenhal y no quería bajar la guardia. Si les atacaban desde el lago, él vería las embarcaciones desde lejos y Balerion daría buena cuenta de ellos.


Hizo llamar a Lord Crispian y le ordenó reunir a las tropas y buscar un lugar donde montar el campamento. Llegaron a una parte de la orilla llena de sauces; los cuales les venían muy bien para ocultarse y poder vigilar el lago. Rápidamente, el campamento fue levantado y sus tropas pudieron descansar y recuperar fuerzas para la larga marcha que se avecinaba en cuanto amaneciera. 
Él también quiso dormir, pero esa noche no podía pegar ojo. Tumbado boca arriba en el camastro de su tienda, con la mirada perdida en el techo y las manos bajo la nuca, no paraba de pensar en cualquier cosa para combatir el aburrimiento. Esas noches largas eran un suplicio sin ninguna de sus hermanas haciéndole compañía. El calor y la sensualidad de Rhaenys y el fuego y la pasión de Visenya hacían que cualquier noche en vela fuera una bendición. Pero estaba en guerra y tenía que hacerse a la idea de que le esperaban muchas noches solitarias. 
Consciente de que esa noche no iba a dormir, decidió salir a explorar el terreno con Balerionn, dejando a Lord Crispian al mando.

Cuando regresó, el panorama no podía ser más desolador. La mayoría de las tiendas estaban destrozadas o en llamas, el suelo estaba sembrado de cadáveres de sus soldados y muchos de sus caballos corrían desbocados.
En su ausencia, los hombres del hierro habían atacado el campamento. Apoyados por el cobijo de una noche cerrada, los hijos mayores de Harren habían atravesado el lago con sus tropas de reserva y cayeron sobre ellos sin que se dieran cuenta hasta que ya era tarde. Fue una suerte que estuviera ausente cuando comenzó el ataque, ya que, antes de atacar, habían infiltrado a unos asesinos que buscaron su tienda y el lugar donde Balerion reposaba para matarlos a ambos.
El ataque fue muy rápido. Los centinelas vieron venir las embarcaciones pero, antes de que pudieran dar la alarma, unas flechas atravesaron sus cuellos. Los hombres del hierro entraron en el campamento y comenzaron a degollar hombres dormidos hasta que uno despertó a tiempo y pudo lanzar un grito de alerta antes de ser decapitado.
Fue entonces cuando comenzó la batalla. Los hombres del hierro eran menos, pero el factor sorpresa les había beneficiado y la balanza estaba de su lado. De no haber aparecido él con Balerion, los habrían aniquilado a todos.



Ellos contaban con que él y el dragón estuvieran muertos antes de comenzar el ataque, por lo que, cuando vieron a Balerion surcar el cielo sobre sus cabezas, tocaron retirada y regresaron a las embarcaciones, comenzando la huida a través del lago. Sin embargo, no llegaron muy lejos, ya que Balerion no tardó en alcanzarlos y una lluvia de fuego calló sobre ellos. Los hombres del hierro que no murieron abrasados por las llamas dentro de las embarcaciones lograron saltar al agua y nadar hasta la orilla, donde encontraron una muerte segura bajo las espadas de Lord Crispian y los soldados que habían sobrevivido al ataque.
Harren había perdido otro ejército y a sus hijos mayores. Pero aquel ataque había dejado a las fuerzas Targaryen muy mermadas. Aquella fatídica noche sería recordada en el futuro como la batalla de los Sauces Tristes.







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